miércoles, 8 de diciembre de 2021

La Renovación


Queridos lectores, es esta nuestra última edición del año… Pudo ser este un gran año para muchos, un poco menos amable para otros; lo importante es que miremos el 2.022 como una nueva oportunidad de vida, tal como se debe mirar cada día.

Sin darnos cuenta los días, los meses, los años, la vida misma va pasando ligera y no se detiene, depende de cada uno el provecho que se saque de ella, de ahí la importancia de fijarnos metas a corto y mediano plazo, las cuales se convierten en una gran motivación; pero ante todo descubrir el sentido de la vida, recordar que el verdadero objetivo es encontrar la felicidad, andar en el camino hacia ella y alejar todo lo que nos impida nuestro andar…

Una gran forma de comenzar un nuevo año es Renovándonos…

“Es tiempo de Soltar Amarras… aquí dejo todo lo que me hace daño”.


Es tiempo de ser más fluido con la gente, conmigo mismo. Es tiempo de dejar ir, de permitir que el viento me despeine y me sacuda, que se lleve el resentimiento, que mi alma perdone deudas y deudores.


Es tiempo que me perdone a mí mismo, ya me regañé bastante, fueron muchas las piedras que yo mismo puse en mi camino, los puentes dinamitados.


Para autocastigo ya estuvo bien; elijo el camino del auto aceptación, es barato. Acepto y entiendo que merezco empezar de cero, con alma transparente y espíritu tranquilo.


En mi vida, a partir de ahora, lo que ha de ser, será. Entiendo que por más que me angustié, no adicionaré un centímetro más a mi estatura. Es hora de relajarme, mi creador no me está juzgando. Así, que porque habría yo de hacerlo?


Es hora de elevar anclas… De liberar cosas, de soltar gente. Nadie tiene que ser como yo quiera. Así están perfectos, así ha funcionado hasta este momento su vida. Qué mejor prueba podría pedir para convencerme?


Me dedico a entender lo mío, a refundarme, viene bien tirar lo que ya no sirve, perdonar.


Entre ser feliz y tener la razón, elijo la primera. Tener la razón es el peor desgate, pues te quita el sueño intentando corregir el universo.


Es hora de soltar amarras, de confiar más en el universo, y menos en las apariencias de este mundo convulso. Me dejo ir, la vida me conduce. Quiero empezar de nuevo con un corazón joven, que brinque de gusto con los cantos que anuncian el día. Como cuando éramos niños. Te acuerdas?


Un alma que sea capaz de asombrarse, con el amarillo de los girasoles, de ver en el cielo un milagro vestido de azul, y no solo un día más, llano y simple.


Es tiempo de soltar amarras y maravillarme, he estado demasiado ocupado para ver las estrellas. Elijo mirar la sonrisa del sol. Elijo abrazar el aire, me ama lo suficiente para mantenerme con vida. Qué mejor prueba de amor?


Afortunadamente se me dio la oportunidad de elegir. Elijo controlar mis propios demonios. Es más… he decidido darles vacaciones. De tanto pelear conmigo mismo he olvidado a que sabe la sonrisa. Que estupendo es cuando no controlas a nadie, cuando no pides cuentas, cuando tiras a la basura los rencores.


A partir de ahora quiero ser más justo, la vida no es un tablero de ajedrez, ni las personas caballos o alfiles. Trato a la gente como me gustaría que me trataran.


Renovación es una palabra muy comprometedora… te obliga a caminar sin excusas, sin nadie a quien echarle la culpa de nada, pero definitivamente es el camino…”


Al soltar amarras estamos dejando los brazos libres para recibir todo lo bueno que está por llegar…


SANDRA MILENA ORTIZ R.


La Paciencia

La paciencia no es pasividad ante el sufrimiento, no reaccionar o un simple aguantarse: es fortaleza para aceptar con serenidad el dolor y las pruebas que la vida pone a nuestra disposición para el continuo progreso interno.

A veces las prisas nos impiden disfrutar del presente. Disfrutar de cada instante sólo es posible con unas dosis de paciencia, virtud que podemos desarrollar y que nos permitirá vivir sin prisas. La paciencia nos permite ver con claridad el origen de los problemas y la mejor manera de solucionarlos.

La paciencia es la virtud por la que soportamos con ánimo sereno los males y los avatares de la vida, no sea que por perder la serenidad del alma abandonemos bienes que nos han de llevar a conseguir otros mayores.

La paciencia es una virtud bien distinta de la mera pasividad ante el sufrimiento; no es un no reaccionar, ni un simple aguantarse: es parte de la virtud de la fortaleza, y lleva a aceptar con serenidad el dolor y las pruebas de la vida, grandes o pequeñas. Identificamos entonces nuestra voluntad con la de esa “chispa” divina de la que procedemos, y eso nos permite mantener la fidelidad en medio de las persecuciones y pruebas, y es el fundamento de la grandeza de animo y de la alegría de quien está seguro de hacer lo que le dicta su propia conciencia.

La paciencia es un rasgo de personalidad madura. Esto hace que las personas que tienen paciencia sepan esperar con calma a que las cosas sucedan ya que piensan que a las cosas que no dependen estrictamente de uno hay que darles tiempo.

La persona paciente tiende a desarrollar una sensibilidad que le va a permitir identificar los problemas, contrariedades, alegrías, triunfos y fracasos del día a día y, por medio de ella, afrontar la vida de una manera optimista, tranquila y siempre en busca de armonía.

Es necesario tener paciencia con todo el mundo, pero, en primer lugar, con uno mismo.

Paciencia también con quienes nos relacionamos más a menudo, sobre todo si, por cualquier motivo, hemos de ayudarles en su formación, en su enfermedad. Hay que contar con los defectos de las personas que tratamos –muchas veces están luchando con empeño por superarlos-, quizá con su mal genio, con faltas de educación, suspicacias... que, sobre todo cuando se repiten con frecuencia, podrían hacernos faltar a la caridad, romper la convivencia o hacer ineficaz nuestro interés en ayudarlos. El discernimiento y la reflexión nos ayudará a ser pacientes, sin dejar de corregir cuando sea el momento más indicado y oportuno. Esperar un tiempo, sonreír, dar una buena contestación ante una impertinencia puede hacer que nuestras palabras lleguen al corazón de esas personas.

Paciencia con aquellos acontecimientos que llegan y que nos son contrarios: la enfermedad, la pobreza, el excesivo calor o frío... los diversos infortunios que se presentan en un día corriente: el teléfono que no funciona o no deja de comunicar, el excesivo trafico que nos hace llegar tarde a una cita importante, el olvido del material del trabajo, una visita que se presenta en el momento más inoportuno. Son las adversidades, quizá no muy trascendentales, que nos llevarían a reaccionar quizá con falta de paz. En esos pequeños sucesos se ha de poner la paciencia.