lunes, 7 de noviembre de 2011

La Soledad

La soledad me permite saber quién soy, sólo después puedo tener una verdadera relación.

Te golpeó de nuevo? Para de llorar y cuéntame por favor que te hizo este hombre esta vez, le pregunta Victoria a su amiga Sonia, la cual en medio del llanto no puede hablar… Cuando Sonia logra calmarse le explica a Victoria que su esposo Fernando al llegar a casa en la madrugada y bajo los efectos del alcohol, comenzó a tirar todo, a insultarla y a golpearla; sin pensar en que su hijita Manuela presenciaba todo.
Esta escena era común en el hogar de Sonia y Fernando, sin contar el sinnúmero de ocasiones donde en público él la ridiculizaba y hacía sentir mal; el comportamiento de Fernando solo deja ver que para él Sonia se había convertido en un mueble más de la casa, le había restado valor y solo era útil para los oficios domésticos, cuidar a Manuela y hacer un aporte económico al hogar (lo cuál era una verdadera miseria para él).
A pesar que Sonia era una mujer profesional y desempeñaba un cargo ejecutivo en una compañía local, su autoestima estaba por el suelo, a sus 37 años se sentía vieja y aunque no lo reconociera era una mujer hermosa.
La única confidente que tenía era su amiga Victoria, quien la escuchaba y la aconsejaba sabiamente,  la impulsaba a buscar ayuda profesional y a hablar de manera clara y precisa con su esposo; Sonia no actuaba frente a la situación, solo argumentaba que si Fernando la dejaba ella no sería capaz de salir adelante sola y con su hija Manuela de 8 años, prefería esperar el prometido cambio que Fernando profesaba cada vez que la lastimaba, el mismo que llevaba años y seguía igual o peor que antes… Al igual confesaba su miedo a la SOLEDAD, escudándose en las dificultades económicas por las que pasaría en caso tal de separarse de su esposo, así que su vida tortuosa se había convertido en su diario vivir y ya perdía la noción del dolor…

“La soledad me permite saber quién soy, sólo después puedo tener una verdadera relación.
Se puede interpretar la soledad de dos maneras: estar solo o sentirse solo.

Estar solo es un hecho común para todos. No siempre estamos acompañados. Esta experiencia de soledad se puede disfrutar mucho y suele ser muy constructiva.
Cuando estamos solos podemos no hacer nada y sentirnos bien, descansar, disfrutar de la naturaleza, tomar sol, caminar, meditar o simplemente hacer lo que nos gusta sin interferencias de otras personas.
Sentirse solos es diferente, porque uno se puede sentir solo también en compañía.
El sentimiento de soledad está relacionado con el aislamiento, la noción de no formar parte de algo, la idea de no estar incluido en ningún proyecto y entender que a nadie le importamos lo suficiente como para pertenecer a su mundo.
El sentimiento de no pertenencia nos lleva a la depresión, cuando además nos sentimos culpables de nuestra propia soledad.
Es una ilusión creer estar acompañado porque en realidad la mayoría está sola.
No muchos saben lo que es una verdadera relación y crean vínculos que no lo son.
Sólo una persona madura puede tener una relación verdadera, porque se ha liberado de las dependencias.
La madurez es la capacidad de vivir la vida sin muletas ocasionales, es aprender a hacerse cargo de los propios problemas, reflexionando antes de actuar y haciéndose responsable de las consecuencias de las acciones, sin proyectar los errores en los demás.
La relación no implica tener a alguien para eventualmente apoyarse, sino por el contrario significa interesarse por el otro y comprenderlo tratando de olvidarse de uno mismo.
La dependencia crea vínculos dependientes con personas omnipotentes, intentando recrear la simbiosis madre-hijo, y ese tipo de relación patológica, que tiene carácter sadomasoquista, está destinada al fracaso.
Recién cuando nos liberamos de las dependencias y nos olvidamos de nosotros mismos aprendemos a vivir, a no tener miedo y a ser libres, accediendo a la posibilidad de una verdadera relación.
Si no hay desarrollo personal tampoco puede haber una relación duradera, porque el estancamiento produce aburrimiento.
La intención vale más que el hecho en sí mismo, porque no se trata de resultados sino de orientarse hacia el camino de la propia senda.
Solamente cuando estamos solos podemos ponernos en contacto con nosotros mismos. Esa oportunidad nos permite vernos y evaluar si realmente somos como queremos ser y si estamos haciendo lo que deseamos hacer; y si esa imagen no estuviera de acuerdo con nuestras expectativas, es el momento de preguntarnos, que es lo que estamos haciendo ahora para lograrlo.
Transitar el propio camino es lo más importante y el principal propósito de nuestra vida y todo el universo conspirará para lograrlo.”

SANDRA MILENA ORTIZ R.
PUBLICACIÓN SEPTIEMBRE - OCTUBRE 2011


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